lunes, 20 de junio de 2016

Poetas

    Urepel

Xalbadorren heriotzean-En la muerte de Xalbador 
Adiskide bat bazen
benetan bihozbera
poesiaren hegoek
sentimenduzko bertsoek
antzaldatzen zutena

Había un amigo

entrañable y sensible
transfigurado por
las alas de la poesía,
por los versos surgidos de
un profundo sentimiento

Plazetako kantari
bakardadez josia
hitzen lihoa iruten
bere barnean irauten
oinazez ikasia… ikasia

Un cantor que iba por las plazas

aterido de soledad,
que había aprendido con dolor
a tejer palabras y
a expresarse contenidamente
desde la insobornable
verdad de su ser interior

Non hago, zer larretan
Urepeleko artzaina
mendi hegaletan gora
oroitzapenen gerora
ihesetan joan hintzana

Dónde estás hoy, en qué praderas

pastor de Urepele,
tú que huiste hacia
las altas cumbres,
hacia el mañana que
perdura en el recuerdo

Hesia urraturik
libratu huen kanta
lotura guztietatik
gorputzaren mugetatik
aske sentitu nahirik

Liberaste tu canción

demoliendo el cerco,
buscando la libertad
más allá de las ataduras
y los límites de tu cuerpo

Azken hatsa huela
bertsorik sakonena
inoiz esan ezin diren
estalitako hegien
oihurik bortitzena… bortitzena

Convirtiendo tu último aliento

en el verso más profundo,
en el grito contundente
de las verdades ocultas
que jamás se pueden expresar

Autor Xabier Lete.

Poesía cantada de Xabier Lete dedicada al también poeta-bertsolari bajonavarro "Xalbador", Ferdinand Aire Etxart. Y versión de otro poeta actual, también de la Baja Navarra, Erramun Martikorena.

jueves, 9 de junio de 2016

Nuestros sentimientos y nuestras acciones: hoy, ayer, mañana


Como nos lo describe Charles Dickens en su Hisoria de dos ciudades, este, como aquel y el que vendrá, era el mejor de los tiempos y el peor, y cualquier tiempo pasado no fue ni peor ni mejor, dejémoslo en que pudo haber sido algo diferente. Era, y añado yo, y es, la edad de la sabiduría y la de la tontería; la época de la fe y la época de la incredulidad; la estación de la Luz y la de las Tinieblas; y, cómo no, la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación: todo se nos ofrecía como nuestro y no teníamos absolutamente nada; íbamos todos derechos al cielo, pero nos precipitamos en el infierno.
Y en este pequeño desastre cotidiano estamos, donde impera más la oscuridad, la sordidez y el desaliento, que las luces, la ilusión y las buenas intenciones. Estas últimas siempre especie poco abundante, que cuando se muestran  son motivo serio de esperanza y de gozo. Valen, y me quedo bien corto en la valoración, su peso en oro. Apreciémoslas en su justa medida, entendiendo y sabiendo que las buenas intenciones deben ir acompañadas de un buen conocimiento de la situación, de saber realmente lo que se hace y obrar así con justicia. Pues el desconocimiento, el no entendimiento, precipitan el valor de la buena intención hacia un pozo de barbarie, creyendo y justificando que se hace el bien cuando sea está haciendo el mal.