Cliffs of Moher, los acantilados tan bellos que han visto el fin de la trayectoria de muchas personas
Que una persona decida acabar con su vida no deja de ser una tragedia, pese a que detrás de tal acción esté la decisión soberana y respetable del que es el único dueño o dueña, él o ella.
Cómo no entender que cuando se pierde el ánimo para seguir, cuando ya no hay motivación alguna y el peso y pesar de cada día se hacen insoportables, se tomen tales medidas extremas.
Los motivos pueden ser múltiples, donde el amor por uno y por los demás juega su papel, su importante papel. Aunque los romanos, sabios ellos, supiesen que cuando ya no aportaban nada más a su vida o a las de otros, podían hacerse para siempre a un lado.
Sin embargo, y pese a esta sincera introducción, pensemos que lo que debe ser evitable tiene que serlo. Que nadie debe caer en tal desesperanza para cometer tales decisiones, por falta de apoyo, por falta de aprecio o de un mínimo de cariño, por falta incluso de recursos o de estima social. Pues estos, no nos engañemos, son los motivos principales y fatales de los suicidios.
Vivimos en un mundo demasiado poco amable que creamos y también mantenemos entre casi todos. Y no es porque no sea cambiable, mejorable, porque sea siquiera utópico el hacerlo. Contribuimos con nuestra pereza, indeferencia y ciego egoísmo a agrandar esos problemas que desencadenan esas caídas en el vacío de la nada. Son problemas bien remediables: soledad, pobreza, desesperación... Características propias de una sociedad dominada por la codicia y por unos pocos, que valora más el cuanto que el como, lo que tienes más que el eres, encontrando siempre a aquellos que creen que lo que tienes es lo que eres; allá ellos, no perderé mucho tiempo con tales sujetos.
Pensemos un poco en todo lo dicho y en todo lo mucho más que ustedes saben.
No perdamos a aquellos seres más sensibles, más generosos, los más valiosos entre nosotros, por crear un mundo tan innecesariamente hostil, tan estúpidamente hostil.
Aburren los hombres con su terquedad, pero más aburridos seremos los que se la recordemos, los que recordemos su necedad.