Este escrito fue publicado el 14 de febrero de este año 2013 en el blog ¿Es posible la paz?

El día de San Valentín le dedico un
tiempo a uno de nuestros más íntimos sentimientos, al del amor. Porque es
precisamente en este terreno, en el del amor, donde más solemos fallar, tanto
hombres como mujeres. El amor, tan nombrado y tan frecuentemente descuidado y
olvidado.
Muchas veces, más de las que reconocemos,
vivimos unas vidas demasiado marcadas por las prisas, por la falta de tiempo,
por el ritmo que otros nos marcan y del que no somos capaces de sustraernos ni
siquiera en los momentos que debían ser para nosotros. Anteponemos, sin
pensarlo, lo material a nuestros más íntimos sentimientos. Edificamos nuestra
existencia con armazones que sustentan y protegen nuestra intimidad, pero
muchas veces dejamos fuera lo que más valía, aquello que en realidad nos llena
la vida. Así, contemplamos con resignación como lo mejor de nosotros se queda
dentro, pero no acaba saliendo, no se acaba expresando.
Creamos unas vidas un tanto vacías, cuando
a mano tuvimos los ingredientes para llenarlas, para colmarlas y darles
sentido.
Vivimos más por vivir que por querer
vivir.Necesitamos a alguien y lo dejamos ir.
Desaprovechamos el tiempo cuando debimos
de utilizarlo.
Perdimos la ilusión cuando debimos
mantenerla.
Hicimos bastantes cosas mal y
bastantes más por no aprender de ellas.
Necesitamos a otro, como otro nos necesita
a nosotros. Somos seres humanos que necesitan de los sentimientos, del buen uso
de los sentimientos.
Nota:
La celebración de San Valentín, en febrero, coincide con antiguas celebraciones de la fertilidad y del despertar de la vida y la tierra tras un invierno que se va acabando. Tenemos, entre otros muchos ejemplos, la festividad de Lupercalia por los romanos o en el País Vasco la de los ioaldunak de Ituren y Zubieta, en Navarra, que hacen sonar grandes cencerros para despertar a la tierra tras el periodo invernal.
No olviden tampoco, que gran parte de la fauna silvestre empieza en este mes la época de cortejo. Verán, por ejemplo, si caminan por los campos de la Península Ibérica, a la perdiz común ya emparejada. A ellas también les llegó el tiempo del amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario