Y en este pequeño desastre cotidiano estamos, donde impera más la oscuridad, la sordidez y el desaliento, que las luces, la ilusión y las buenas intenciones. Estas últimas siempre especie poco abundante, que cuando se muestran son motivo serio de esperanza y de gozo. Valen, y me quedo bien corto en la valoración, su peso en oro. Apreciémoslas en su justa medida, entendiendo y sabiendo que las buenas intenciones deben ir acompañadas de un buen conocimiento de la situación, de saber realmente lo que se hace y obrar así con justicia. Pues el desconocimiento, el no entendimiento, precipitan el valor de la buena intención hacia un pozo de barbarie, creyendo y justificando que se hace el bien cuando sea está haciendo el mal.
jueves, 9 de junio de 2016
Nuestros sentimientos y nuestras acciones: hoy, ayer, mañana
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